martes, octubre 18, 2016

Un paseo por los caminos olvidados de la lengua

Mauricio Koch reseña Quiroga, de Alejandro García Schnetzer, para Sólo Tempestad



Quiroga es la tercera novela de Alejandro García Schnetzer, escritor y traductor argentino radicado en España. Antes había publicado Requena (2008) y Andrade (2012), también por editorial Entropía. Las tres llevan como título el apellido de sus protagonistas, y son palabras de siete letras, en un claro homenaje a Juan Filloy, autor de culto de quien hay mucho en estos libros. Las tres además son breves, no más de ochenta páginas, y conforman una suerte de trilogía, no tanto por su unidad temática sino por la época en que están ambientadas y, sobre todo, por la búsqueda formal y el trabajo con el lenguaje, protagonista real de los textos.
El autor ha declarado que desde que vive en Barcelona escribe “como arreando olvidos”, y que si bien le rehúye a la nostalgia, ha recuperado estando allá “voces que creía perdidas”. Por eso dedica especial atención a los diálogos, y afirma que si bien son libros de pocas páginas, le lleva años escribirlos. “Lo que me preocupa de los personajes son sus maneras de hablar, porque en esas maneras ya están prefigurados sus actos”, dice.
Hay en Quiroga un léxico deliberadamente anacrónico, propio de los años 30 y 40 del siglo pasado. Y no se trata sólo de una mera cuestión de vocablos antiguos o caídos en desuso, sino también de un modo de decir anticuado, que apela siempre a la afectación para ir en busca de la sutil ironía: “En cuanto Quiroga se hubo sentado oyó una reflexión que lo tenía por objeto”; “Le costó domeñar el trance”; “Ahora haced el favor y restituidnos a nuestros quehaceres contemplativos”. Un breve muestrario de verbos: domeñar, esclerotizar, apersonar, escanciar, departir, mancar, deschabar. Sustantivos: remansos, lendrera, contertulios, zangolotinos, fabriqueras, incordios, légamos, piélagos, tarugo. Hay “familias copetudas”, “cuitas sentimentales”, “veladas teutonas”, “muchachas agraciadas”, “almas dicentes”, “epidemias de estulticia”. Y un adjetivo muy Op Oloop, de Filloy: “plúmbeo”.

Aunque pasan cosas y es una novela en la que se cuenta una historia: Quiroga es un joven bibliotecario aprendiz de escritor que es despedido de su trabajo y termina trabajando en un barco de contrabandistas, bagayeros y malandrines buscavidas que trafican entre Buenos Aires y Montevideo, lo que transforma a la novela en una especie de cruce de Aqueronte neblinoso, donde el tedio va ganando a todos, y los personajes charlan, discuten, filosofan y se aburren, no es esto lo que dinamiza la lectura sino ese lenguaje en primer plano, y ésta, que es la principal virtud del texto, hay momentos en que lo asfixia un poco, el lenguaje se vuelve contra sí mismo y uno siente que la lectura se estanca, que los personajes hablan todos igual, que no hay distingos entre ellos. Pero esos momentos son los menos, porque de pronto aparece un nuevo hallazgo, o un nuevo guiño (“fumar el parpadeo de las luces que a lo lejos”; “acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti; “todo verdor perecerá”; “cólera buey”; la novela está plagada de ellos) y nos devuelve la sonrisa y el placer. Celebro la búsqueda de Alejandro García Schnetzer, un escritor libre y extraño, una voz para seguir de cerca.

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