martes, octubre 18, 2016

Las partes del que fui

Rodrigo Fernández sobre Niño Enterrado, de Edgardo Cozarinsky, para Diario El Popular de Olavarría.



En "Niño enterrado", publicado por editorial Entropía, Edgardo Cozarinsky reflexiona acerca del pasado, la identidad y la memoria para luego detenerse en las raíces de su propia vida.

"El pasado es indestructible; tarde o temprano vuelven todas las cosas, y una de las cosas que vuelven es el proyecto de abolir el pasado" dijo Jorge Luis Borges en su famosa conferencia sobre Nathaniel Hawthorne y que Edgardo Cozarinsky cita para abrir uno de los capítulos de "Niño enterrado", su nuevo libro publicado por la editorial Entropía. Porque no hay forma de hablar de la memoria sin nombrar, aunque sea una vez, a Borges.

 "Niño enterrado" tiene la particularidad de haber sido escrito en forma de misceláneas o reflexiones que dan lugar a episodios biográficos del autor. En algunos momentos la nostalgia se cuela entre las páginas y esas sensaciones se transmiten puramente al lector. En otros momentos, Cozarinsky demuestra que su poder de análisis está intacto y nos deja con la boca abierta. De buscar la historia de su padre, intentando rescatar el lazo entre ellos, hasta una visita guiada al pueblo que lo recibió en su llegada al país pasando por la forma del amor que había entre ellos. Pero además hay una línea de tiempo que abarca no sólo su pasado sino también el de una ciudad, un país y un mundo que se van esfumando y adaptando a nuevas formas, mientras el joven Cozarinsky se ve seducido por la pantalla grande. El cine ha entrado a su vida y su mente registra todo como su fuese una toma. 

En su nuevo libro, cada capítulo parece estar desconectado pero uno puede ir viendo que de a poco se va conformado una delgada línea que lo hilvana todo. Un detalle aquí y otro por allá van generando las coordenadas necesarias para seguir el relato y conformar el todo. 


La escritura del autor de "El rufián moldavo", "En ausencia de guerra" o "La novia de Odessa", es siempre placentera y atractiva, y una se va deslizando por el texto con una cierta cadencia pensante. Cozarinsky parece hacer de los motivos de su búsqueda la forma del texto, llevando sus sensaciones hasta el papel. Mirando al pasado a través de un vidrio que si bien lo deforma todo, muestras las grietas de la memoria.

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