martes, junio 14, 2016

Entrevista a Humberto Bas

Por Fernando Infante Lima para La Señal Medios

 
El escritor, paraguayo de nacimiento y neuquino por opción, Humberto Bas, recibió a La Señal Medios para hablar de su última novela “El Sr Ug…”, del panorama narrativo actual y sobre el atribulado clima político que persiste ene Neuquén.

“El Señor Ug…”, transcurre en apenas un minuto, es un relato en el que siempre faltan once minutos para las cuatro de la madrugada. Ese minuto es un instante eterno, en el hay espacio para sumergirse en una cadena interminables de pensamientos y reflexiones. Se detiene a evocar hechos de marco histórico y a imaginar situaciones delirantes que aportan una dinámica especial en la que todo es posible. Esa sucesión sin fin, se ve alterada por la sombría presencia de su vecino, el enigmático Sr Ug, al cual nunca ha podido ver y sobre el cual deposita las más graves sospechas.

FIL: Vivir en un minuto eterno ¿Es un sueño o una pesadilla?

HB: Se puede pensar como una transición, es como se logra convertir una pesadilla en un sueño. El narrador, al despertarse, sabiendo que son las 03:49 hs y teniendo la certeza de que nada de lo que haga le va a permitir volver a dormir, transforma ese sueño en una pesadilla terrible. El ser consciente de eso, hace que busque una estrategia, la estrategia empleada no le permite volver al sueño pero lo lleva a una clase especial de sueño que es el relato, a través del cual lograr enhebrar los distintos pasajes, los episodios que narra con una voz enajenada, una voz esquizoide que le permite enarbolar las distintas escenas de la novela. Sino fuera por esa voz, la novela no tendría ningún sentido. Un discurso en la O.N.U., el Sr Ug viajando en colectivo, el misterio que ocurre en la oficina de correo donde presuntamente trabajaría, el asesinato del príncipe Francisco Fernando en Sarajevo, todo es batifondo de escenas aparentemente inconexas confluyen en la voz de este personaje insomne.

FIL: Cuando uno está solo, es natural que se salte de un pensamiento a otro sin que haya una ilación que le de sustento. Sin embargo, es sorprendente en su trabajo el despliegue de situaciones y temáticas aun cuando el marco fantástico le de libertad para un desarrollo de estas características. ¿Cómo se dio ese desborde?

HB: En la composición, las formas que iban saltando, apareciendo, creo que responden a una demanda interna que necesitaba la novela. Mi intención fue la de no obturar ninguna de esas posibilidades. Los temas iban apareciendo y el relato se iba abriendo. La sugerencia de una escena siguiente por ahí era una palabra, algún hecho fortuito que surgía cuando estaba investigando. Empezó como un cuento breve, pero me daba la sensación de que podía continuar, iba explorando las posibilidades que se me abrían con pequeñas sugerencias en torno a la palabra. Un ejemplo, cuando el narrador se preguntaba ¿Quién es el Sr Ug? El se imagina todo lo peculiar que es este vecino, meticuloso, aséptico, ordenado hasta el infinito y la suma de todos estos elementos lo lleva a sospechar que está escondiendo algo. Se pregunta: ¿Qué está escondiendo? El piensa que puede ser un asesino serial y se pone a pensar quienes son los grandes asesinos seriales. Hay un asesino serial húngaro que mantenía a sus víctimas en tambores de alcohol y cuando piensa en el derrotero de este hombre se entera que fue enrolado en el ejército austro-húngaro para combatir en la primera guerra mundial y eso me sugirió explorar es episodio mítico del asesinato del emperador Francisco Fernando. Así se fue creando una dinámica que permitía, gracias al tono empleado, seguir la norma de un relato desquiciado.

FIL: Usted se ha referido a un fenómeno particular que se dio en narradores de su generación, que utilizan a vivencia como único motor de escritura. Inclusive, subió la apuesta y hablo de una sobre dimensación estética de lo urbano. Creo que los autores están condicionados por el lugar y el momento que les ha tocado vivir, por la situación política, social, es muy difícil abstraerse de la realidad que lo rodea. ¿Cómo hace usted para separar la experiencia y los condicionamientos particulares de su vida a la hora de sumergirse en un nuevo relato?

HB: Todos los escritores escribieron en contextos. En distintas regiones y situaciones históricas y políticas que pueden influir en su escritura. Me parece que hay que preguntarse porque hay literaturas diferentes, variopintas, fantásticas. Hay que preguntarse como hicieron eso. Si uno piensa en Cervantes, en Shakespeare, puede hacerse un tipo de lectura elíptica acerca de su realidad, pero también hay un juego hacia lo fantástico. Es decir que también pudieron hacer eso. Creo que por sobre todo hay adscripciones a corrientes literarias, hay siempre una fuerza histórica en cada momento, un corsé, una pregnancia. .Ahora por ejemplo, creo que hay mucha literatura etnográfica, con lo cual se encuentra más en función de la percepción. Y no solamente desde la percepción se puede escribir. Hay pensamientos, razonamientos, intelecciones y muchas otras funciones con la cual se puede escapar a los condicionamientos que imponen los contextos. En este momento hay una suerte de prurito hacia las cuestiones intelectuales. Hay una primacía de lo perceptivo. Aparece mucho la experiencia como motor. Es posible que sea un fenómeno épocal. Hay una saturación de esa estética en particular. Yo creo que toda novela supura algo, hay mucho grafismo. Sigo pensando en tu pregunta y yo me encuentro releyendo “Paradiso” de José Lezama Lima. Escribir en Cuba, sea la de Batista o la de Fidel Castro no era el contexto más propicia para la fantasía y el sin embargo lo hizo. Celine también, Raymond Roussel. Ahora se dialoga demasiado con el contexto y ahí hay interlocutores que te pueden poner una limitación.

FIL: ¿Qué influencia tiene otras formas de arte a la hora de escribir?

HB: Yo creo que influye, sí. No creo que se de una relación mecánica o lógica. Todo lo que uno esta viviendo corporalmente influye. Hay un estado de composición, se manifiesta en la predisposición a la hora de trabajar. Es muy artificiosa la división por género de las artes. Los grandes artistas eran sinestesicos, veían color en los sonidos. Eso tiene que ver más con algunas cualidades primarias que con el tiempo se van diversificando. Para mí la música es esencial en el momento de escribir. No sé qué se da primero, si lo que quiero escribir me hace buscar determinada música o viceversa. Me doy cuenta cuando leo si alguien escucha música. De hecho nos leemos mucho entre colegas y amigos, hablamos en esos términos, decimos “a esto le falta música”. Es imperceptible, pero cuando uno tiene el hábito de la lectura se da cuenta.
La entrevista completa, en este link
 

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