martes, agosto 31, 2010

Objeto sólido e inestable

Beatriz Sarlo lee Hélice, de Gonzalo Castro, y escribe para Perfil apuntes como éstos:

"Hay que decir que las líneas de Hélice, pese a mostrar su incompletitud, son encantadoras y Castro las escribe del modo más preciso, menos alambicado y más seguro."

"El flashback es una novela de amor, sentimental y dura, irónica y nostálgica. Una historia muy de la adolescencia tardía o de la juventud adolescente, con peripecias que la hacen más interesante pero no menos verosímil en términos subjetivos, como la de una operación en la que el narrador pierde su hígado averiado para recibir uno artificial; la convalecencia transcurre en una especie de estudiantina hospitalaria, en cuyo clima los tres amigos se divierten intoxicándose un poco con oxígeno de uso medicinal. Ese triángulo sentimental perdido es un modelo utópico y su escritura tiene una leve seducción nostálgica."

"El espacio de ciencia ficción es plausible (como debe ser). Sobre todo, muy atractiva una rara playa tropical donde el narrador pasa, solo, sus vacaciones antes de comenzar el Proyecto. Y el Proyecto mismo abre un escenario porque consiste en el reciclaje de una ciudad, que será un nuevo país, allí donde poco antes la industria había producido un desastre ecológico."

"Así, la ciencia ficción se vuelve actualidad. Imposible no ver a estos artistas como versiones irónicas de la escena local, que remite a otras escenas internacionales. Sin embargo, no hay objeción que pueda invalidar este cruce entre gente diseñada y ciencia ficción. El cruce es inestable, tanto como es inestable el tejido de la narración del presente con la del pasado. Así, Hélice es un original objeto sólido que, al mismo tiempo, no ha terminado de encajar sus partes."

La reseña completa, acá.

martes, agosto 24, 2010

Etéreo palpitar de los corazones

Natalia Gelós lee Teatro reunido, de Manuel Puig, y escribe la siguiente reseña para la revista Boca de sapo:

Asomarse a Teatro reunido es enfrentarse a un Manuel Puig despojado de la intertextualidad pop y vestido sólo de la voz de sus personajes y el drama que éstos acarrean. El beso de la mujer araña, Bajo un manto de estrellas, Misterio del ramo de rosas, Triste golondrina macho y Un espía en mi corazón son las cinco obras compiladas por la editorial Entropía, las que brindan un nuevo camino para entrar al mundo de este autor.

Podría decirse que este Puig dramaturgo es parido por el desarraigo. Se gesta a partir de 1973, luego del estreno de The Buenos Aires Affair. Con ésa, su tercera novela, llegaron la censura y las amenazas. Sobrevino el exilio y lo transitó en México, Brasil y Estados Unidos. Fue en esas nuevas geografías (internas y externas) que el autor de Boquitas Pintadas (1969) incursionó en el teatro y la comedia musical, y produjo una decena de obras que destilan su impronta en cada frase. Ese flamante dramaturgo mantiene la oralidad y la polifonía. Su fanatismo por los radioteatros acentúa esa búsqueda por explotar –y explorar– lo sonoro. La lengua en estado vivo es el personaje central en su dramaturgia, multiétnica y exponencial.

Si bien su lugar como literato fue revalorizado en los últimos años, el Puig de teatro no logró vencer las resistencias. Alberto Wainer, dramaturgo y asesor literario del Teatro Nacional Cervantes, recomendó en 1998 la puesta en escena de Triste golondrina macho (de 1982). Fue difícil para Wainer transmitir el entusiasmo por esa obra que, decía en su informe inicial: “retrotrae a ese teatro poético, incluso simbólico, de reacción a los naturalismos iniciales del XX”.

Difícil de ubicar en el escenario que generacionalmente le correspondería –formado por Cossa, Rozenmacher, Halac, por un lado, Gambaro, Trejo, por el otro–, el de Puig es un teatro que apuesta por la experimentación sin abandonar nunca ese manto kistch con el que cubre cada palabra que conjura.

“Puig dramaturgo no ha terminado aún su exilio”, anuncia Jorge Dubatti en el prólogo de Teatro reunido. Las tablas nacionales reincidieron en El beso de la mujer araña, pero quedan por explorar las otras obras, que redundan en un mundo poblado de mujeres solas, sueños rotos y esperanzas testarudas: El misterio del ramo de rosas, que presenta una estructura ibseniana, se hace fuerte en el desarrollo de dos personajes, una paciente y su enfermera, hermanadas por la desdicha y las esperanzas dormidas.

Como comedia musical se incluye Un espía en mi corazón, que cuenta las aventuras de una costurera que se anima a enfrentar a un grupo de fascistas para salvar al amor improbable de un muchacho. Inspirada en el encuentro de Puig con la artista Renata Schussheim, la obra incorpora un collage de la argentinidad cotidiana. Con más coordenadas que en sus otras obras, Puig apuntala las voces, que, indica, deben adquirir matices “a lo Virginia Luque” o “a lo Mirtha Legrand”.

La metateatralidad es otra de sus jugadas preferidas y el juego de cajas chinas, con personajes que interpretan a otros personajes, es recurrente: robots camuflados de humanos, personajes que reencarnan, que simulan. En Bajo un manto de estrellas, Puig apuesta a una intriga obsesiva: un matrimonio y su hija adoptiva se enfrentan en un universo psicótico en el que una pareja de visitantes vuelve una y otra vez reinterpretándose en fantasmas del pasado.

En 1982, Puig escribió Triste golondrina macho y con ella abandonó el realismo para presentar una puja siniestra entre una joven y el fantasma de su hermana muerta. Ambas se disputan la pasión de un recién llegado. Otra vez, el amor naïf con resabios agridulces, como una magia que llega a despertarse a fuerza de insistencia.

El Puig dramaturgo es el Puig de las novelas, creador de ese mundo tan particular que se puso de moda hace unos años. Es el mismo, pero es diferente. Un cierto pesar sobrevuela su teatro, una tristeza mustia que lo torna más grave. Alejado del realismo, este otro Puig nos deja el drama, pintado desde la mirada de pueblo, desde esa óptica provinciana que siempre consigue filtrarse en sus historias.

viernes, agosto 20, 2010

La extrañeza de lo cotidiano

Diego Rojas lee Los modos de ganarse la vida, de Ignacio Molina, y la reseña para Veintitrés:

La vida es esa construcción que se realiza día a día, noche a noche, en la que el paso del viento de la historia o el acto que marca a los héroes forman parte de lo excepcional, del acontecimiento que se realiza como tal sólo mediante la delimitación del rito de lo cotidiano. Sin embargo, toda vida es excepcional. Así lo demuestran las páginas de Los modos de ganarse la vida, primera novela de Ignacio Molina, que se detiene en la cotidianidad de sus protagonistas: jóvenes que avanzan –o que ya ingresaron, pero de todas maneras no lo podrían asegurar– hacia la madurez que requiere la vida adulta, que realizan ese avance sin estridencias, tal vez sumergidos en el tedio. Sin embargo –y a diferencia de cierta literatura actual que, para describir el tedio, lo hace a través de páginas tediosas–, la rutina de los personajes se nutre de la vitalidad de los detalles de tal modo que cada acto, por pequeño que sea, se transforma en un núcleo narrativo muy dinámico. El texto se estructura a través del relato en primera persona de un joven oficinista sumergido en una vida de pareja que no puede disimular su crisis –aunque lo intente–, una voz que no sólo acierta en definir cada parcela de su circunstancia a través de una ágil y la vez obsesiva descripción, sino que atrapa en la narración de la habitualidad. Un intermedio –no tan logrado– interrumpe a esa voz con otro relato de la vida cotidiana de una pareja amiga para regresar en la última parte a la cotidianidad del protagonista central. Molina acierta a la hora de que lo no dicho se convierta en una parte activa de la narración y permite que el relato urbano de la rutina adquiera esplendores de una aventura suave y sencilla, como la vida.

martes, agosto 17, 2010

Caracola Pop

Sabino Méndez lee Las teorías salvajes, de Pola Oloixarac, en su versión española, y escribe esto para Babelia.

Cuentan los mejores guitarristas de los sesenta que cuando Jimmy Hendrix se presentó sobre un escenario europeo, después de ver su técnica y la variedad de sus dotes, todos pensaron que iban a tener que espabilarse mucho porque el nivel de exigencia iba a subir desmesuradamente. Entre los escritores jóvenes que actualmente usan el español como herramienta de trabajo, es posible que algo parecido vaya a suceder cuando progresivamente vayan conociendo el libro de Pola Oloixarac Las teorías salvajes, recientemente editado en nuestro país (Alpha Decay). Libros como este son libros-prueba, libros que no admiten opciones tibias. Suponen un salto técnico en el panorama joven, y hablo de escritura joven dando por buena la definición de Montaigne. El libro podrá gustar o no, ser admirado o rechazado, comprendido o malinterpretado, pero en cualquier caso queda fuera de duda la capacidad de la autora a la hora de dominar los registros, su pericia para combinarlos, su facilidad para el contraste y, en general, una variedad de técnicas narrativas de excelente página. Da la sensación como si Pola hiciera los solos con las seis cuerdas y los demás escritores jóvenes los hicieran solo con una. Se lo pone muy difícil a los debutantes de estereotipo narrativo como el hipido feminista autocompasivo, el buenismo terribilista de barrio o el telegrafismo de angustias de juguete para usuario de Internet. Los escritores del tipo de Pola (cuyo apellido al revés suena como un italianizado Caracciolo) no pueden conformarse con tópicos monocordes porque son voraces; absorben todo. En sus páginas vemos aparecer desde el hoyuelo estilístico de la añeja Jane Austen hasta la malignidad de un Vila-Matas, la franqueza de un Hunter S. Thomson e incluso versiones pop de las innovaciones de W. G. Sebald sobre la página impresa. Enfoques similares podrán encontrar los más avisados en otros escritores jóvenes como Manuel Vilas. A veces pienso que la mayor brecha de comunicación entre los diferentes países que usamos el español se debe precisamente a causa de nuestro común idioma. A los españoles nos cuesta hacernos a la idea de que los argentinos llamen cola a la región glútea sin sentirse fatal al beber una pepsi. El enigma del verbo coger ya es broma vieja. ¿Por qué usan una palabra tan común y polisémica para el trato carnal? Los españoles, como andamos todo el día cogiendo cosas (incluso medios de locomoción), no es extraño que terminemos pergeñando libros que parecen embarazados por un trolebús. En el libro de Pola se coge mucho, y eso me alegra porque permite repetir esa palabra muchas veces en las críticas sin ser considerado chabacano. Como libro contagiado de pop intelectual (fabuloso oxímoron), Las teorías salvajes tiene una extraña música, a medio camino entre The Residents, Tav Falco y The Tigerlillys. La vocación literaria de Pola está fuera de toda duda porque, con la grupa y el tipazo que gasta, podría perfectamente ganarse la vida de una forma espléndida sin necesidad de dedicarse a la escritura. Pero lo definitivo, lo fundamental, es que su libro nace de toda la cultura de masas que ha acompañado la música popular en el último medio siglo. Y eso supone un paso adelante en la idea (tan cara a cualquiera que tenga visión de futuro) de que esas herramientas pueden estar al servicio del verdadero arte.

miércoles, agosto 11, 2010

De remate

Feria de Editoriales Independientes.

Sábado 14/08, desde las 18 hs.

En La Internacional Argentina (Gascón y El Salvador, CABA).

Participan: Belleza y Felicidad, Blatt & Ríos, Malón, Mansalva, Planta, Santiago Arcos, Spiral Yetty y Entropía.

Precios formidables.